
El escudo es cuartelado, mostrando en el primer y cuarto cuartel un árbol en sinople (verde) y dos osos rampantes en sable (negro), todo ello en campo de plata. El segundo y tercer cuartel son propios del apellido Díaz, en ellos vemos en campo de gules (rojo) una cruz flordelisada con cuatro veneras de oro. Lo rodean lambrequines y motivos militares, que reflejan hechos de armas pasados, y en los cuatro cantones de la piedra armera, enmarcado por formas arriñonadas, propias del Rococó, las cuatro cruces que representan las órdenes militares a las que perteneció la familia.
El edificio fue derribado en su totalidad hace unas pocas décadas, aunque se respetó el diseño original de la fachada en la construcción moderna. La vivienda poseía en su parte trasera un gran corral que desembocaba en una estrecha callejuela que partía de la Calle Mayor, cuya entrada está hoy tapiada y se sitúa en el mismo lugar en el que está colocado el tablón de avisos del Ayuntamiento. Dicho callejón seguía el recorrido de la muralla, partiendo de la hoy inexistente Puerta de Castro o de San Juan, y terminaba en la Calle de las Armas. Por todo esto era conocido hasta hace poco como Ronda de los Pizarro.
El origen de la familia Pizarro en Rioseco está en el mercader Alberto Pizarro González de la Rúa, que llegó desde Trujillo a Medina de Rioseco a principios del siglo XVI, en torno a 1520, residiendo con anterioridad y por breve espacio de tiempo, en Valladolid.

Cristóbal se casó con Catalina Izquierdo y con ella tuvo un gran número de hijos, de entre los que destacaremos a Alberto, Andrés y Juan, porque iniciaron en 1592 un pleito para reclamar su hidalguía, estatus que no le sería reconocido a esta familia, hasta tiempo después. La documentación generada de este pleito resulta interesantísima, pues no sólo desvela el origen y la historia de esta familia, sino también es un reflejo de la Medina de Rioseco y de la España del finales del siglo XVI.
Fue una época en la que los ricos mercaderes, acuciados por la crisis económica y por la Inquisición, comenzaban a emplear grandes sumas de su dinero en conseguir el reconocimiento como hidalgos y en la compra de tierras, que les permitiera vivir de las rentas y remarcara su pertenencia a esta clase social. La contratación de abogados, de expertos en genealogías, que indagaran en archivos y en muchos casos amañaran testigos, inventaran falsos ascendientes nobles y declararan las “limpiezas de sangre”, dejó en la ruina a muchos y supuso el origen de ese mal del que adoleció durante siglos la sociedad española y que hundió la economía del país: el vivir de la apariencia y de las rentas y el desprecio al trabajo manual, por considerarlo humillante.
En Medina de Rioseco pasaron por este despilfarrador proceso todas las familias de mercaderes adinerados (Espinosa, Pinto, Aguilar, Beizama, Medina, Villasante, Núñez, Benavente…). Alberto, Andrés y Juan Pizarro, acudieron a su cuñado Eusebio de la Guerra (que era regidor de Medina del Campo), para realizar la indagación genealógica pertinente y presentaron su petición ante el tribunal de la Real Chancillería de Valladolid. El proceso fue largo y hoy nos aporta numerosos datos sobre el origen de este histórico linaje riosecano.
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