
Sor Aurora quería celebrar así su medio siglo de vida contemplativa en el convento clarisa de Rioseco. La protagonista, muy feliz y emocionada, agradecía “al Señor por haberme distinguido con la vocación religiosa, a mis padres que estarán felices contemplando este gran día de su hija, a la orden de las hermanas pobres de Santa Clara y a Carlos Amigo, hermano mío como franciscano, por haberme honrado con su presencia”.
Sor Aurora también tuvo palabras de agradecimiento a sus familiares y a los fieles que se dieron cita en la iglesia conventual de Santa Clara para participar en una emotiva ceremonia que se prolongó durante noventa minutos
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