
Y es que ese riachuelo apacible y, a veces, minúsculo era capaz de tornarse en una poderosa fuerza que inundaba campos, calles, plazas y destrozaba todo lo que encontraba a su paso. En las crónicas del momento se cuenta que el Sequillo se convertía, durante las riadas, en un río capaz de alcanzar una anchura de un kilómetro.
Es por eso que el periódico Ventana Juvenil, en su edición de enero de 1960 anunciaba a bombo y platillo que “El Sequillo no volverá a inundar nuestras vegas. Ha sido ordenado su encauzamiento. A concurso el proyecto de encauzamiento de tan perjudicial riachuelo”, decían en titulares. La orden ministerial data del 15 de julio de 1959, aunque el proyecto tardaría algunos años en materializarse, por lo que aún tuvo que sufrirse la devastador riada de 1962.

Destacaba entonces Ventana Juvenil “la trascendencia y alcances de estas obras, ya que comprende además el ensanche del malecón, la construcción de cinco nuevos puentes y arreglo de las ya existentes, dos de ellos en nuestras carreteras, y la electrificación de la zona (…) Se ampliará las zonas de riegos, para lo que se piensa tomar como base el Canal de riego Macías Picavea y el Canal de Castilla”. Terminaba la publicación agradeciendo el esfuerzo del entonces ministro de Agricultura “y gran benefactor de la zona” Rafael Cavestany; al Gobernador civil, Jesús de Araburu, y al alcalde, Rafael Herrero. El proyecto acabó con la furia del Sequillo.
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