Muere Pablo Asensio, número tres de La Crucifixión

Con más de 60 años de longinero, sirvió el paso en 1979.

Miguel García Marbán / Fotos Hermandad de la Crucifixión

Mayordomo 1979.- Pablo Asensio YenesProfundo respeto, sentida admiración y verdadero cariño hacia los mayores son unos de los sentimientos que más destacan en cualquiera de nuestras cofradías. Son los mantenedores de la memoria, la tradición y la devoción, los que recuerdan cómo eran las cosas cuando las cosas ya no se hacen como antes. Por eso, se convierten dentro de cada cofradía en hermanos legendarios, casi míticos. Por eso, cuando se van, dejan un vacío de tristeza solo llevadero con la llegada de cada uno de los recuerdos de los momentos vividos junto a ellos.

Tristeza de la Hermandad de la Crucifixión al despedir ayer lunes al veterano Pablo Asensio Yenes, que fallecía el día del Cristo de Castilviejo a los 84 años de edad cuando ocupaba el número tres de la histórica cofradía. Fue en el lejano Domingo de Ramos de 1952, cuando un joven Pablo Asensio ingresaba en una hermandad a la que, como suele ocurrir en Rioseco, llegó de la mano de su padre, Esteban Asensio Álvarez, que fue mayordomo en 1947. Su hermano Kiko también entraría en la hermandad. Ahora, sus hijos, Esteban y Begoña, y todos sus nietos y bisnietos mantendrán viva la llama de la tradición familiar.

pablo4En el recuerdo queda la Semana Santa de 1979, cuando Pablo tuvo el gran honor de ser mayordomo. Cómo no traer al presente los desfiles de gremios cuando Pablo, con el pañuelo negro al cuello, irrumpía, en la calle Mayor, en la formación longinera para animar con voces como “derechos como velas”, que ya han quedado en la memoria de la cofradía. También, cómo no recordar cada una de las veces que soportó el Longinos en el dintel de la puerta de la Capilla de los Pasos Grandes al emotivo son de las notas musicales de La Lagrima y al grito de “más abajo”. Hoy, en su despedida, fue normal escuchar la frase “se le va a echar mucho de menos”.

Ahora, ya se ha reunido con su padre, y con tantos y tantos longineros que antes dejaron esta vida. Pablo ya espera otra Semana Santa en la que volverá a cargar el paso, otro Viernes Santo en el que estará presente en la memoria de sus hijos, que a cada golpe de horquilla sentirán el cálido aliento de su padre.

A su esposa, Lucía; a sus hijos, Esteban y Begoña; a sus hermanos, Rosario, Mari, Candelas, Felipa y Francisco; a sus nietos, Verónica, Manuel, Salomé y Cintia; a sus bisnietos, Claudia y Pablo; y a toda la familia longinera, nuestras más sinceras condolencias. Descansa en paz, longinero.

hermanos

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