40 días de indulgencia por rezar al Cristo de la Paz


Miguel García Marbán

El Cristo de la Paz en su retablo de Santa Cruz.

No cabe duda de que quien quiera profundizar en la historia de la Semana Santa riosecana tiene que leer el capítulo dedicado a esta centenaria tradición publicado en el libro La Semana Santa en la Tierra de Campos vallisoletana que, de forma ejemplar y con gran acopio de información, llevan a cabo los historiadores del arte Ramón Pérez de Castro y Virginia Asensio Martínez.

En este interesante estudio, los investigadores riosecanos señalan que antes de la actual cofradía del Cristo de la Paz, fundada durante el siglo XX, habría existido otra con anterioridad que habría funcionado hasta el siglo XIX. De hecho, se ha conservado un libro de cuentas de la primitiva cofradía del Cristo de la Paz que comienza en 1728, si bien su fundación es anterior, según afirman Pérez de Castro y Asensio Martínez quines en su estudio nos descubren que los gastos que se anotan cada año proceden del consumo de cera, de las funciones y misas, de pequeños reparos en vara, estandarte… y no aparece ninguno relacionado con las procesiones penitenciales, por lo que ellos creen que se trataba de una cofradía devocional. La crisis paulatina del siglo XVIII en el mundo cofradiero se hizo notar también en este caso y, de los 54 hermanos y 13 viudas que componían la hermandad en 1728, se paso a los 19 cofrades de 1786.

También los dos historiadores del arte hacen ver que el libro permanece en blanco a partir de 1807, cuando se anota que “por haver fallecido muchos de los hermanos y de la calamidad de los pasados años por ser y haver sido todos pobres jornaleros del campo y no haver contrivuido en manera laguna con los quartilos acostumbrados ha estado hasta el presente año la referida cofradía suspensa y sin hacer funcion alguna”. Hay un intento de hacerla resurgir, pues en la visita de ese año se indica que, siendo consciente de “la calamidad y miseria de los últimos años (…) se concede a los hermanos que han quedado a continuar en la observancia de sus constituciones y capitulos de regla ofreciendo todo su celo y cuidado”. El resto del libro enmudece, si bien, los dos estudiosos de la Semana Santa riosecana relatan que conocen que la cofradía siguió funcionando, pues en un listado de las cofradías riosecanas realizada en 1889 aparece la del Cristo de la Paz en la parroquia de Santa Cruz.

Precisamente a aquellos años pertenece la tabla que se conserva en la Parroquia de Santa María y Santiago y que hace referencia a los 40 días de indulgencia que concedió el obispo de Palencia Francisco Javier Almonacid a todos los fieles que delante de la imagen del Cristo de la Paz dijera con devoción “Jesucristo Hijo de Dios vivo tened misericordia de mi”.

Hay que recordar que Medina de Rioseco perteneció hasta mediados del siglo XX a la diócesis de Palencia, de ahí que fuera su obispo al que le correspondiera conceder una indulgencia que no sería más que el reflejo de la gran devoción existente en el municipio hacia la imagen del Cristo de la Paz.

En la fotografía del retablo del Cristo de la Paz de la iglesia de Santa Cruz, por desgracia desparecido, que ilustra el Catálogo Monumental de Medina de Rioseco, de Esteban García Chico, se puede observar que, en el banco, junto a la escultura de Santa Teresa, se aprecia una tabla muy similar a la de las indulgencias que, por su forma también ovalada, bien podría ser la misma. No es descabellado pensar que dicha concesión figurase en lugar importante para que pudiese ser vista por todos los devotos.

Unas indulgencias que serían concedidas un año antes de que se produjera en Rioseco la funesta batalla del Moclín con motivo de la Guerra de la Independencia en la que, precisamente, el obispo Francisco Javier Almonacid desempeño un papel importante. Así, en 1808 autorizó a los clérigos de órdenes menores alistarse en el ejército, dando, meses después, la cara ante el general Lasalle para salvar a la ciudad de Palencia de un horrible saqueo ante la huida de las autoridades locales. Más tarde, este obispo tendría que hacer, contra su voluntad, juramento de fidelidad al rey José I y un mes después de la victoria de Bailen organizaría funciones de desagravio, rehaciéndose la Junta de Armamento y Defensa de Palencia al frente de la que se pondría el obispo Almonacid, según recoge en su estudio Luis Fernández Martín. Sobre la losa de su sepulcro en la catedral de Palencia se puede leer la frase “Post multa pro ovili sibi conmisso, precipue belli discriminibus egregie peracta”, que viene a significar “Después de haber llevado a cabo notables cosas a favor de su grey, sobre todo durante los azares de la guerra”. Pero todo esto es otra historia.

share on: