¡Que viene un Toro! o de cuando las reses se ‘acercaban’ a la ciudad

La presencia desde antiguo de varias ganaderías de bravo cerca de Rioseco dio lugar a varios accidentes, algunos verídicos y otros cercanos a la leyenda

por Ángel Gallego Rubio

Aquella mañana, como todas las mañanas, Isabel, que estaba en sus últimos días de embarazo, salió de su casa en la calle Mayor para ir a misa. Enfiló la calle Santa María cuando, de repente, la sobresaltó un rumor de estampida y el vocerío: ¡un toro!, ¡Que viene un toro escapado! Y, antes de apagarse el eco de los gritos, el toro se hizo presente en la calle. Isabel se arrinconó contra un portal y el animal, con todo su poder, arremetió contra ella. Pero no hubo lugar a la embestida certera. Un vaquero, que perseguía al bóvido, se interpuso entre la mujer y el toro. El caballo que montaba resbaló en el empedrado y cayó, recibiendo equino y jinete las cornadas destinadas a la joven y dando tiempo a que el resto de perseguidores pudieran reducir al toro y alejarlo de la población. En el lance murieron vaquero y caballo y, como consecuencia del susto, Isabel dio a luz a una niña.

Así, más o menos, relataba el polifacético Félix Antonio González el nacimiento de su abuela Ciriaca en algunos artículos e incluso en su pregón de la Semana Santa de Rioseco del año 2008. Indicaba, además, el periodista, poeta y pintor vallisoletano, de ascendencia riosecana, que el toro era seguramente de la ganadería del Marqués de Villagodio.

¿Será verdadera esta historia, que ateniéndonos a la edad de los protagonistas tuvo que ocurrir entre 1860 y 1870, o sólo se trata de una leyenda? No lo hemos podido comprobar, pero encontramos algo parecido si mezclamos dos sucesos reales que ocurrieron en la primera década del siglo XX y que tuvieron como protagonistas a ejemplares de las ganaderías que por aquel entonces pastaban en los campos cercanos a Rioseco.

En el periódico La Correspondencia Española, el 30 de octubre de 1907, una noticia decía: Un toro de la ganadería del marqués de Villagodio se ha escapado del cercado, y saliendo a la carretera que va a Villarramiel, acometió a una pobre mujer dándole varias cornadas que le ocasionaron la muerte. También mató a la caballería en que aquella iba montada y dio a otra dos cornadas.” Tres días más tarde publicaba la siguiente nota: “El marqués de Villagodio nos escribe desde Rioseco desmintiendo la noticia de que un toro desmandado perteneciente a la ganadería de su propiedad haya matado a una mujer en la citada población.” Probablemente el marqués dijera la verdad. El lugar de la tragedia hace pensar que el causante fuera un astado de los herederos de D. Vicente Cuadrillero, que, allá por 1873, había formado su ganadería en la finca El Coto de la Vega, entre el río y el canal de Castilla, muy cerca de la carretera de Villarramiel.

En el prado de El Aguachal, entre la carretera de Villabrágima y el camino de Castilviejo, se asentaban en aquella época dos ganaderías muy afamadas en su tiempo, la de D. Juan Sánchez de Carreros y la de D. José Echevarría Bengoa, marqués de Villagodio. En abril de 1908 apareció muerto uno de los vaqueros de Carreros, un mayorgano llamado José Gutiérrez. Cerca del cadáver, un toro con infinidad de navajazos, sobre todo en la cara y el morro. Todo indicaba que el cornúpeta sorprendió al empleado y este intentó defenderse. Pero por la comarca se corrió que quién realmente había asesinado al vaquero fue el mayoral de Villagodio por una discusión sobre las lindes entre una y otra ganadería, procurándose después una coartada matando al toro.

Poco después Juan Carreros vendió su parte de El Aguachal al marqués de Villagodio. Allí pastaron sus toros hasta que, en los años 30, sus herederos los trasladan a Coreses, cerca de Zamora, al cambiar el hierro primitivo y enajenar la finca a la familia Molero, que tuvo reses bravas hasta bien entrados los años 50. Se cerró así, hasta el momento, la página ganadera que iniciara en Rioseco, allá por el siglo XVIII, el mítico Joseph de Barbadillo, a quien desde Pamplona reclamaban los toros criados a orillas del Sequillo.

Una página en la que se escriben anécdotas, leyendas y encuentros fortuitos con los toros de pastores, campesinos y paseantes que osaban acortar las distancias con aquellos a que obliga la prudencia. Y aún perdura en el recuerdo de los riosecanos más mayores el temor por la cercanía de los astados a la ermita de la Patrona, en cuyo camino hubo más de un susto que, por fortuna, no pasó a mayores.

Un temor que venía alimentado, además de por los sucesos que acabamos de relatar, por la leyenda negra del antiguo pial de Villagodio. Una ganadería que tiene en su currículum tres fechas luctuosas: el 7 de julio de 1910 uno de sus toros pisotea en el encierro de Pamplona a Francisco García Gurrea, que moriría a causa de las heridas en enero de 1911, convirtiéndose en la primera víctima reconocida de los Sanfermines. El 5 de junio de 1921 en Madrid, Bellotero propina una cornada al matador Ernesto Pastor de la que muere el siguiente día 12. Finalmente, el 24 de junio de 1922, en la plaza de toros de Rioseco, el novillo Pichón cornea en la cabeza, junto al ojo izquierdo, a Martín Echeandía Chico de Basurto que falleció el 7 de agosto en el Hospital de Valladolid tras penosa agonía. Actualmente el hierro original de la vacada que fundó el marqués Villagodio en 1892, con reses de Veragua y Trespalacios, lo conserva la ganadería salmantina de Agustínez -en la imagen-.

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