Vota tu historia preferida y elige ganador

La Voz de Rioseco da la oportunidad a sus lectores de votar entre los nueve finalistas del 'No te enrolles' para elegir vencedor del jurado popular

Pues lo prometido es deuda. Aquí están los nueve finalistas que mes a mes han ido eligiendo, no sin ciertas complicaciones por la calidad de los trabajos, nuestro jurado pro (parafraseando a un popular concurso televisivo). Han sido más de doscientos microcuentos en este I Concurso de No te enrolles, los que han participado en las nueve propuestas (agosto se descansó y noviembre y diciembre son meses destinados a las votaciones). Además de un premio, que valorará un jurado compuesto por verdaderos expertos en la materia, La Voz de Rioseco quiere hacer partícipes a sus lectores de este concurso y para ello propone una votación popular para elegir al ganador preferido por los seguidores de este diario. La fórmula en sencilla: disfruta de los nuevo microcuentos seleccionados y vota por tu favorito. Tienes hasta el próximo 15 de diciembre. Participa. Durante las fiestas de Navidad, coincidiendo con nuestra tradicional gala navideña se harán entrega de los diferentes premios. Queremos agradecer a la Junta de Castilla y León, a la Diputación de Valladolid, al Ayuntamiento de Medina de Rioseco y al Centro de Iniciativas Turísticas Ajújar de la localidad su implicación y colaboración con este bonito proyecto cultural organizado por lavozderioseco.com

Mes de enero. Autómata.
No, es imposible que lo sepan. Aquella noche estábamos solos, nadie pudo escucharlo, ni siquiera el viento. De testigos la luna, las estrellas y alguna lechuza. Han llovido muchos otoños, helado muchos inviernos, florecido muchas primaveras y segado muchos veranos. Mi pelo se ha teñido de blanco y mis brazos han perdido su fuerza. Yo mismo asfalté ese camino. Yo mismo borré mis pisadas. Yo mismo lloré más que ninguno. Yo mismo desterré tu nombre. Compruebo cada tarde, a la misma hora, que todo siga igual. Los árboles han ensanchado sus troncos y desplegado sus ramas. Vuelvo cual autómata al mismo punto de aquella senda. Los charcos y las gravas me indican que pronto el camino comenzará a deshacerse y con ello mi carga. Tarde o temprano se sabrá toda la verdad. No seré yo quien hable sino tú. Ya no estaré aquí. Me dejaste mi remordimiento y mi culpa. Y así, día tras día recorro los pasos que antaño hicimos juntos pero que tú jamás pudiste volver a recorrer.
Clara Trujillo

Mes de febrero. Cría cuervos
Cada vez que sentía los pasos de su padre por detrás de él, descargaba la maza con tal fuerza que le dolía la mano.
– ¿Has visto mi chico qué bríos tiene? – le decía orgulloso al capataz – ¡A ver si se te va a salir el hombro, animal! – reía.
Y él seguía golpeando con la imagen de su madre llorando en el suelo, y su padre gritando y escupiendo con el cinturón en la mano.
– Madre, ya falta poco, aguanta… – decía entre dientes, y sentía los golpes que daba como segundos en el reloj.
Maneki-neko

Mes de marzo. La huida.
Aquel martes de noviembre el río se salió de madre. Anegó la calzada principal, las huertas, los campos aledaños. – ¡Al jaco del Venancio se lo lleva la corriente!– grita de pronto un mozo. El pueblo entero se congrega para observar la tragedia: el carro embarrancado, volteado en mitad del lodo, las bridas rotas, el arriero que lucha por sujetar al rocín… Al final, las aguas impetuosas ganan la partida y se cobran su presa de un tirón. – ¡La jodía que lo parió!, maldice Venancio al verlo alejarse. Tan solo Nadia, la niña que habla con los animales, entiende lo sucedido. Sin ser vista se escabulle del gentío, echa a correr cauce abajo, hasta dejar el pueblo tras de sí. Se detiene junto a un meandro y silba tres veces. Una explosión de burbujas anticipa la emersión. – ¿Viste con que sutileza he roído las riendas?– relincha el potrillo. – Para quitarse el sombrero– responde Nadia. Sin más se lanza a las aguas turbias y se sube a su grupa. Llevaban mucho tiempo planeando esta huida.
Nachiukas

Mes de abril. Los ojos bizcos de la lluvia.
Pues sí, mijita, ese año fue tan seco que ardieron las zarzas, los techos de paja y la iglesia. Cuando vimos carbonizada a la virgen, caímos de rodillas a rezar, todo el pueblo. Sin duda, Dios nos había castigado. Los cóndores daban vueltas, mirándonos y nosotros asustaditos, nomás. El cura ofició una misa y le platicamos y le rogamos que fuera a la aldea de Otaitambo a encargar otra virgen al Oswaldo. Se fue con su mula, ladera arriba, valle abajo, y volvió al mes, con la virgen envueltita. No la abrimos hasta la misma semana santa. Los hombres se vistieron con sus capuchones y, cuando sacaron a la virgen a hombros, el pueblo enmudeció, ni el viento se movía, todos mirando la imagen. De pronto, rompimos a reír: ¡la virgen era bizca! La íbamos a devolver, pero al día siguiente rompió el cielo a llover y de puro agradecidos sigue en mi aldea, la virgen de los ojos juntos.
Letrahueca

Mes de mayo. El secreto del desván
Cuando me llamaron y me dijeron con esa voz tan ronca pero a la vez tan serena «es usted la heredera», no me lo podía creer, volver a ese lugar para mí era algo horrible, habían pasado muchos años pero todo seguía en mi mente intacto; esa casa significó mucho en mi niñez, pero esa persona se encargó de teñir de negro todos los momentos bonitos vividos en ella.
Dios mío el desván de mi abuela, tantos juegos, tantos recuerdos… pero algunos fríos y empañados como aquellas noches oscuras que resquebrajaban mi alma.
Yo no sabía lo que hacía, pero el sí; sólo recuerdo que no me gustaba, me parecía repugnante, a lo cual él me decía, «no pasa nada es un juego y es nuestro secreto, solo nuestro…»el secreto del desván».
Cuando cumplí 16 el murió, era mi sangre, pero me alegré. Nosotros nos mudamos a otro pueblo y allí intenté olvidar, derramé tantas lágrimas…, mis padres nunca supieron, yo callé, y él se llevó el secreto a la tumba, pero la abuela…, creo que siempre lo intuyó.
Ahora miro y veo esa capa de polvo que todo lo cubre… «Todo no».
Ladywoman

Mes de junio. Oscuriluz
Ni recordaba cuánto tiempo llevaba encerrado en aquel lugar oscuro en compañía de sus hermanos. Sintió un ruido. Entró un poco de luz y una mano agarró a uno de ellos expulsándole hacia el exterior. Estaban tan excitados que olvidaron despedirse. Uno tras otro fueron abandonando el lugar. Afuera se oía un estruendo. Ya sólo quedaba él. Se preocupó pensando que le habían olvidado. Entonces todo sucedió a gran velocidad. El calor le golpeó. Se elevó hacia el cielo. Vio su reflejo en el agua cuando sus múltiples brazos alcanzaron las estrellas. La gente sonreía.
Lola Pérez

Mes de julio. Retrato.
No buscaba nada y fue a parar al lugar donde se detiene el tiempo, donde mueren las historias y congeladas adornan un lienzo de siglos. Entre los estantes carcomidos por las historias que sostenían estaba ella. Aquella que desapareció durante la noche más larga del año se encontraba allí, bella e inerte, dorada por el sol, con la flor que más le gustaba recogiendo unos tímidos cabellos, mirada larga y despierta. Cómo olvidar esos dulces labios y aquellas palabras – no podré volver- resonaban en su cabeza como los ecos de las vasijas al golpear. “No podré volver” y no volvió, pero se quedó para siempre en este marco gastado y contemplándolo retomó la ilusión de años atrás. Suya para siempre, pensó. Le preguntó a la tendera por el precio: – no está en venta, soy yo. Magritte

Mes de septiembre. El destino hace trampa.
Había salido a subasta la antigua Casa de Correos de mi pueblo. Acudí a ella y mi oferta resultó ganadora. Tomé posesión del viejo edificio. Entre trastos y escombros apareció una carta, cerrada y mohosa. Databa de cuarenta años atrás. La curiosidad me pudo.
Os contaré el párrafo final: “Así pues, espero tu respuesta con los nervios a flor de piel. Si me amas como dices, con la misma total y absoluta pasión que yo a ti, dejaré todo, marido, familia, amigos y me reuniré contigo sin dudas, sin miedo a nada ni a nadie. En cualquier caso, hagas lo que hagas, siempre te llevaré en mi corazón”. Al día siguiente, cuando vi a Tadeo salir del Hogar del Jubilado, sentí un nudo en la boca del estómago.
Pancho Puskas

Mes de octubre. Trampa para musas.
Coloque sobre la mesa un objeto que pueda atraerlas, por ejemplo, un vaso con dos dedos de whisky. Preferiblemente de al menos 5 años. A las musas les gusta la calidad. También puede poner un paquete de tabaco. Entre escritores fumar está bien visto. En cualquier caso, no olvide lo principal: papel y bolígrafo. Otra opción es utilizar un ordenador. Si se decanta por esta alternativa, procure que no disponga de conexión a Internet, distrae a las musas. Ponga música, si lo desea. Mejor clásica o en un idioma incomprensible. Por supuesto, huya de los cantautores. A las musas les espantan. No se demore más y escriba lo primero que se le ocurra. Por ejemplo: La noche es oscura o Jaime ama las gambas o Se despertó. Intente continuar. Si no se ve capaz, arrugue la hoja y empiece de nuevo, pero no deje el folio en blanco o las musas acabarán escapándose. Añada otra frase, aunque no guarde relación. Tropecé con un dinosaurio en la escalera. En cualquier momento pueden caer en la trampa. Mi vecina es una extraterrestre. ¿Nota cómo se acercan? Continúe. No las distraiga. Siga escribiendo. ¿Ya las atrapó? ¡Ahora no pare!
Kukimonky

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