Memoria de Antonio García Concellón


Por José Antonio Pizarro García

¿Ocho, diez semanas? Acaso llevaba más tiempo sin verle. El frío nos hace menos callejeros. La memoria retiene, callejeando por los soportales, la imagen vitalista, jovial, comunicativa, de un nonagenario que no lo parecía. Formaba parte muy presente del paisaje humano de la ciudad. Recuerdo su voz. ¿De qué hablaba? Lo dicho y la dicción apasionada resultaban inseparables: Rioseco. Sólo, quizá, en esa voz tenían sentido esas palabras de profundo riosecanismo, vivencial, de conocimiento, emocional. Nada del pueblo le era ajeno. Deliberadamente, extendió el ámbito irradiador de todo ello a cuantos le conocimos, tanta y tanta gente. Hablando con él se tenía constantemente la sensación de hacerlo con quien tenía claro, asumido, aceptado gozosamente su mundo: la familia y Rioseco.

Como tantos otros fui testigo de su generosidad. Recabando información, datos, para la elaboración del libro de mi hermano Alberto  De Enríquez a Manrique, una Taurología, nos ofreció cuanto en su mano estaba y, sobre todo, amistad. En el prólogo/paseíllo del libro consta el reconocimiento.

Su hijo Miguel ha tenido la templanza de ánimo y el pulso periodístico bastante para escribir en caliente un emotivo  y cabal obituario, que muchos suscribiríamos. Su hija Mamen, a quien tanto quiero, me dijo hace unos días con alegría y brillo en la mirada que habían celebrado felizmente en familia, el día de Reyes, su noventa aniversario. Me alegré con ella. Esperaba encontrarle pronto para felicitarle. Ahora, me conduelo con todos.

Antonio García, entre los toreros Roberto Domínguez, Paquirri y Ángel Peralta.
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