Diego Fernández Magdaleno: «Vivir en Rioseco ya es un premio»

El pianista riosecano, nombrado Hijo Predilecto, se sincera en esta entrevista y relata cómo es su vida en la ciudad de los Almirantes y trae recuerdos de su pasado

Una entrevista de Miguel García Marbán

Prestigioso pianista, Premio Nacional de Música 2010, profesor en el Conservatorio de Valladolid, escritor, académico de la Real Academia de Bellas Artes, pregonero de la Semana Santa y de las Fiestas de San Juan, cofrade de la Oración del Huerto, casado y con un hijo, a sus 41 años, el riosecano Diego Fernández Magdaleno, perteneciente a una familia de larga tradición musical, fue nombrado por el pleno municipal, por unanimidad de todos los grupos políticos, como Hijo Predilecto de su ciudad natal. En la casa familiar, donde cada día acude a estudiar junto al piano, Fernández Magdaleno nos recibe para mostrarnos su lado más riosecano.

¿Qué se siente al ser Hijo Predilecto de su ciudad natal?
Siento una gran emoción y una gran gratitud hacia las personas que han hecho esa propuesta y han creído que mi compromiso con Rioseco merecía ser premiado, aunque para mí es ya un premio en sí mismo vivir en Rioseco y estar aquí.

¿Qué es para usted Medina de Rioseco?
Medina de Rioseco es el espacio en el que se desarrolla mi vida, y además tiene la memoria de mis antepasados, de mi familia, de muchísimos de mis amigos. Es un lugar que necesito para vivir, que está lleno de referencias personales, que está lleno de emoción, y también es una especie de refugio ante las cosas. En Rioseco estoy, y siempre sé que voy a volver. Es esa sensación de tener un lugar en el mundo.

¿Es parte de su paisaje sentimental?
Claro, es indisociable. Todo necesita un lugar, un espacio donde manifestarse, donde formar parte de la realidad. Las emociones no se ven, pero se ven a través de las personas por las que sientes esas emociones, y por los lugares donde esas emociones se hacen realidad, se manifiestan, donde se hacen realidad, donde toman cuerpo.

Usted, ha llegado a ser profeta en su tierra.
Siempre me he sentido muy querido en Rioseco, no por tocar el piano. Siempre me he sentido muy a gusto. Esto es una muestra de que no siempre lo más cercano es hostil, a veces, lo más cercano es lo más cariñoso.

Después de su extraordinaria trayectoria profesional, ¿nunca ha pensado que viviendo en una gran ciudad tendría un horizonte más amplio?
Yo creo que hay dos cosas. La primera es que hace cien años sería muy difícil vivir lejos de centros donde te pudieras desplazar, las comunicaciones, tanto de transporte como de las personas, eran más complicadas. Pero, por otro lado, el lugar donde vives es lo suficientemente importante como para que compense otras cosas. A lo mejor viviendo en una gran ciudad hay un contacto mayor con determinadas cuestiones que puedan ser beneficiosas para tu trabajo, pero hay muchas otras cosas que se pierden.

Es un hecho que le gusta que sus amistades visiten los lugares que dan sentido a su vida.
No lo hago concientemente, no les digo que vengan, sólo que lo que ellos me oyen hablar les suscita la curiosidad de conocerlo. Y la verdad es que ellos vienen y están muy satisfechos, luego no es solamente la pasión que yo le pongo, porque sino les decepcionaría. Al final es esa curiosidad que les transmites inconcientemente.

Su trayectoria vital en muy pocas palabras podría ser: Rioseco, la familia y la música.
Y la literatura, y la amistad.

Rioseco es el lugar de su infancia.
Sí, es el lugar del que surge toda la memoria. Es como el génesis de la vida. Es un lugar que, como siempre pasa con lo primero, nunca deja de crecer, de ser distinto. El periodo más largo de la vida siempre es la infancia, porque siempre está con nosotros trasformándose y manifestándose de maneras muy diferentes a los largo de toda la vida.

Y en esa infancia, el Colegio de San Buenaventura y don Francisco Blanco.
Por supuesto. Cuando yo llegué a él yo había tenido un accidente, me había partido una pierna, y don Francisco venía a la casa de mi abuela, que es donde estaba, y me daba clase hasta que pude incorporarme al curso. Eso da la idea del sentido que tenía él como profesor. Fue el primer personaje que yo conocí de Rioseco que me pareció extraordinario, porque cuando me decían que don Francisco sabía latín y griego, a mí eso me parecía algo como si supiera volar, tenía para mí esa misma categoría.

Usted es de los pocos riosecanos que puede decir que ha nacido en el Casino, a escasos metros de emblemático corro de Santa María.
Sí, porque mis abuelos llevaban el Casino en esa época y yo nací allí en ese sitio. Mis padres vinieron de Valladolid, donde vivían, para que naciera aquí. Veintitrés días después mi tía Mari vino para que naciera mi prima Noelia, en la misma cama. He nacido a la sombra de Santa María, al lado de la Capilla de los Pasos Grandes. Es también un punto neurálgico emocional.

Tu padre hubiera sentido verdadero orgullo por este nombramiento.
Una de las personas que a mí más me ha enseñado a querer a Rioseco y a ver en profundidad lo que es Rioseco ha sido él. Mi padre era de Valladolid, vino a vivir a Rioseco en el año 1982. Era un riosecano extraordinario. Era un hombre que tenía una gran empatía por los demás, era muy simpático y una persona muy alegre. Tenía contacto con las personas y conocía a la gente muchísimo.

¿Un lugar en Rioseco?
La calle del Pescado. Ahí vivía mi abuela. Cuando yo vivía en Valladolid, veníamos a la casa de la abuela. En esa casa nació mi abuelo. La infancia para mí era esa calle, donde también estaba el colegio y donde yo jugaba. Los límites de la calle eran los límites del mundo.

Una casa, que también es el inicio de su vocación musical.
Esa casa estaba llena de instrumentos, estaba llena de libros, de revistas, de partituras. Ahí es donde nació mi vocación, antes que yo. Y creo que eso es verdad. A veces la vocación uno no la elige, sino que está todo tan predispuesto para que uno se dedique a algo que uno no tiene más que estar vivo para ya entrar en ese camino, sin elegirlo. Yo siempre he sabido a que me iba a dedicar. El inicio de todo es esa casa.

Cuando uno está en una casa llena de instrumentos, llena de partituras, llena de libros de música, uno tiene muy poco que elegir. En ese ambiente a uno le predispone todo eso. Además, toda la familia de mi madre eran músicos, y estudiar música era algo totalmente natural. Por eso, yo no he tendido esa sensación de elegir nada, sino que era algo evidente, ser músico y jugar con los instrumentos desde que eres muy pequeño.

Yo me acuerdo de partituras, en casa de mi abuela, de las obras completas de muchísimos compositores transcritas nota a nota con una pluma por mi bisabuelo Toribio. Un trabajo increíble. El era el organista de Santa María y profesor de música. Era un hombre muy meticuloso que anotaba todo lo que hacía con comentarios muy interesante.

Por último, ¿algo que quiera decir a los riosecanos?
Pues que me ha hecho muy feliz ver cómo se alegran de lo bueno que me pasa. He sentido también un cariño enorme cuando han pasado cosas desgraciadas, como cuando se ha muerto mi padre. Y he sentido siempre ese aliento de estar entre amigos, de forma parte de una comunidad, que es lo que me interesa en realidad. Porque lo que a mí me parece más importante de todo siempre son las personas que están. El sentido de las cosas se lo dan siempre las personas, son siempre las emociones las que dan la forma de la vida. Son ellos los que dan sentido a Rioseco y los que hacen que me sienta tan feliz entre ellos.

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