Buen y variado cine de producción española en las pantallas


Gonzalo F. Blanco.

Cine para elegir y para todos los gustos: The Square de Ruben Ostlund, una demoledora sátira sobre el arte y las convenciones sociales, Hacia la luz de Naomi Kawase, que estuvo en la sección oficial de la SEMINCI, la histriónica y discutible En realidad nunca estuviste allí de Lynne Ramsay, Tierra de Dios de Francis Lee, Jupiter’s Moon de Kornél Mandruczo… y algunas películas de producción española y temática muy variada, como Oro de Agustín Díaz Yanes, La higuera de los bastardos de Ana Marugarren, la naíf y “jeanvigoísta” Tierra firme de Carlos Marques-Marce, o las dos que se comentan a continuación que, casualmente y en aspectos tan diferentes, hablan de los libros y de la lectura, o de la creación y la impostura…

La librería de Isabel Coixet, inauguró la Semana Internacional de Cine de Valladolid de 2017. Fue una experiencia que calificaría de maravillosa. Salí encantado del cine, y me correspondió defender la película ante otras opiniones, respetables pero alejadas de mi percepción. Coincidía -además- que la directora defendía en esos días su derecho y su libertad de expresión contra los “beocios de la tribu” que querían lincharla por sus ideas… Pero esa es otra historia. La librería nos cuenta la epopeya cotidiana de una mujer, viuda de guerra, que quiere montar una librería en un pequeño pueblo de Inglaterra. La primera en ese lugar y en la que pondrá todo su empeño y, además, todo su dinero. La iniciativa, aparentemente inocua, tendrá en frente la oposición de una parte del pueblo y de lo que podríamos llamar las fuerzas vivas, de los caciques de la localidad. El hecho de que sea una mujer, independiente económica e intelectualmente, es un factor importante en la oposición que encuentra, pero también la moralina contra algunos de los libros que promociona y vende, sean Las crónicas marcianas de Bradbury o Lolita de Nabokov.

Pero lo que hace que esta historia, bella y trágica en su origen (sobre una novela de Penelope Fitzgerald) alcance altas cotas de emoción y sublimidad, está en la puesta de escena de Isabel Coixet, que recrea con sutileza un mundo ya desaparecido (la Inglaterra de 1959), no tanto como pudiera ser, sino como nos ha llegado a través de la literatura y del cine inglés de la posguerra: de Breve encuentro de David Lean, por citar un ejemplo.

Una puesta de escena cuidada al detalle que no es un mero atrezzo, sino una representación del amor a los libros como objetos, a las viejas casas, al paisaje, y al hecho mismo de leer y compartir opiniones sobre los libros y las lecturas. Hubiera sido imposible esta hazaña fílmica sin una gran dirección y sin actrices y actores como Emily Mortimer o Bill Nighy, que mantienen diálogos milimetrados sobre sus gustos literarios o sobre la vida, con pleno acierto en su gestualidad.

Una película bella, trágica, sobre personas que defienden la dignidad humana y la calidad de la literatura contra los prejuicios y las maledicencias de la sociedad del momento, formalista e hipócrita. Lo dicho: un gustazo.

El autor de Manuel Martín Cuenca (Caníbal) es una adaptación de una novela de Javier Cercas titulada El móvil. Un hombre normal, con un trabajo normal (en una notaría), casado y con un perro, ambiciona -legítimamente, diríamos- convertirse en un escritor de verdad. En un escritor de éxito, añadiríamos. Su propia esposa ha conseguido ambos objetivos y la historia se inicia en el momento en que ella recibe un importante premio.

Toda esta normalidad se derrumba… Pero no adelantemos la trama, porque es bien sabido gracias a los gurúes de la economía, que toda crisis es una oportunidad. La oportunidad para este hombre normal, sin atributos especiales, castigado por una crisis personal demoledora será hacer lo que siempre ha deseado: escribir de verdad sobre la vida que le rodea, poniendo sus atributos sobre la mesa si es preciso, como un revivido Hemingway. Al menos esta es la mercancía averiada que le vende el profesor de un taller de literatura prete-á-porter -con bastante apetito, por cierto- y que nuestro héroe se dispone a llevar a cabo.

Aquí empieza una película que funciona como un mecanismo de relojería, en que nuestro héroe convierte en colmena literaria el edificio donde se ha mudado y las vidas de sus vecinos en “polen” para su obra. “Inmiscuyéndose” en la realidad, manipulándola sin escrúpulos, para fagocitarla y fabricar la trama de la obra que está escribiendo, sacrificando su vida, o lo que era su vida normal, sin importarle las consecuencias, ante una ambición sin duda psicopatológica. Pero siempre hay gente más lista… La intriga está servida.

Un guion notable por la sabiduría con que hila cada cambio de escenario, cada personaje y su idiosincrasia, cada estado de ánimo, y que solo es posible con la complicidad de unos inspirados y entregados actores: Javier Gutiérrez, en primer lugar, pero también Antonio de la Torre o Adelfa Calvo.

No se la pierdan.

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