Una procesión de Castilviejo a principios del siglo XVIII


Teresa Casquete Rodríguez. Historiadora del Arte.

En el año 1740 se publicaba el libro del jesuita Juan de Villafañe Compendio Histórico en que se da noticia de las milagrosas y devotas imágenes de la Reyna de cielos y tierra, María Santísima, que se veneran en los más célebres santuarios de España. Interesante obra que dedica un amplio capítulo a la riosecana Virgen de Castilviejo, en el que se detallan la historia de la hermandad y la imagen, las tradiciones que la rodeaban y los milagros que se le atribuían.

Uno de los detalles más curiosos de esta publicación lo constituye la descripción detallada de cómo transcurría una procesión con la Virgen de Castilviejo, por aquel entonces. El escasísimo desarrollo de la ciencia y la tecnología, hacía que en la España del siglo XVIII se confiaran salud personal y cosechas a la intervención divina. Era por ello que en Rioseco, una prolongada época de sequía, unas lluvias interminables o una plaga de insectos dieran lugar a la inmediata organización de rogativas y novenas, donde solicitar la ayuda de Dios, a través de la Virgen de Castiviejo y para ello se tenían que seguir una serie de requisitos.

La solicitud era dirigida al Cabildo Eclesiástico, a su presidente y al Mayordomo de la Cofradía por parte de dos miembros de la corporación municipal.

Una vez determinado el día de la llegada de la Virgen a la ciudad, se dirigían a la ermita dos Beneficiados de cada parroquia, vestidos con sobrepellices y uno de los curas de Santa María con sobrepelliz y estola, por pertenecer la ermita a ésta parroquia. Éste último iba acompañado de la cruz alzada perteneciente a Santa María, y que presidiría la procesión. El Ayuntamiento, por su parte, enviaba a dos representantes y la cofradía a 8 miembros, cuatro de ellos para llevar a hombros la Santa Imagen y otros dos que la alumbrarían con hachas de cera.

La procesión comenzaba con el cántico de la letanía por parte de los dos Beneficiados e iba transcurriendo hasta Medina de Rioseco, acompañada de los numerosos fieles que acudían a recoger a la Virgen y los que se iban uniendo por el camino. Al llegar al puente de Villabrágima (el punto de llegada a la ciudad era diferente a la actual), la comitiva era recibida por todo el Cabildo Eclesiástico al completo, presidido por otro cura de Santa María, vestido con capa pluvial, y llevando a ambos lados a otros dos Beneficiados con sus capas. Les acompañaban las cruces de las otras dos parroquias, Santa Cruz y Santiago, aunque quedaban colocadas en lugares secundarios por presidir la correspondiente a la de Santa María.

Al hacer su llegada la imagen de la Virgen de Castilviejo, se rezaba una antífona y se continuaba la procesión hasta el convento de San Francisco, donde era recibida por toda la comunidad, que esperaba en la puerta presidida por el superior. Al llegar a este punto se unía a la procesión el resto de la corporación municipal con los dos maceros. Al llegar a San Francisco también se unían a la comitiva otros dos cofrades con cirios, con un máximo de seis que estipulaban las reglas de la cofradía.

Desde el convento de San Francisco también acompañaban la procesión algunas de las cofradías más importantes de la localidad, como lo eran la de La Trinidad, Vera Cruz, Angustias, Nombre de Jesús y Ntra. Sra. del Rosario, todas ellas colocadas por orden de antigüedad. Una vez llegados a Santa María, se colocaba la imagen de María en el altar mayor y daba comienzo la novena.

El regreso a la ermita de Castilviejo se realizaba haciendo una parada en el templo de las Carmelitas Descalzas, donde se colocaba la imagen de la Virgen en un altar situado junto al coro bajo de las religiosas (al lado izquierdo del altar mayor). Allí se cantaba la antífona correspondiente y el párroco de Santa María le rezaba una oración. En otras ocasiones la despedida se realizaba en el convento de Santa Clara, así uno y otro disfrutaban por un breve tiempo de la presencia de la patrona de Medina de Rioseco.

Acompañamos este reportaje con una fotografía realizada en los años 30 de la imagen original de la Virgen de Castilviejo. En la que se aprecia la salvaje adaptación que se hizo a la misma para poder colocarle vestidos, joyas y coronas.  Podemos ver perfectamente la destrucción de la tiara original, el desgaste de la zona de la cabeza, así como la desaparición del brazo izquierdo, que fue serrado para colocar el bastidor que sujetaba el manto.

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