Rioseco según Ignacio Núñez de Gaona (II)


Teresa Casquete Rodríguez. Historiadora del Arte

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Los monumentos eran para Núñez Gaona un testigo de la grandeza pasada. En la foto, la fachada de Santiago usada como improvisado tendedero de ropa.

Haría falta comparar la información guardada en el Archivo Histórico Municipal, para conocer cuánto hay de real en el discurso de Ignacio Núñez y cuánto de exageración. Porque al igual que ocurre con el periodo histórico anterior a los Almirantes (la fundación de Medina de Rioseco por los mozárabes llegados de Toledo y los años como villa de realengo), el posterior a los mismos y en especial el siglo XVIII, es a día de hoy casi desconocido.

El texto que ocupa nuestro análisis comienza afirmando que los grandes males de la España de 1786 eran tres: la ociosidad, la desidia y la ignorancia. Y especialmente la primera, por ser -según Séneca- la madre de todos los vicios. Núñez de Gaona, matiza un poco más al tratar de los tocantes a Rioseco y señala dos principales. La baja calidad de la educación de la juventud riosecana, compuesta según él por “jovenes sin talento, sin cultura, ingratos y desagradecidos, esclavizados de sus pasiones, desarreglados y libertinos, pródigos y disipadores, malquistos con la enseñanza pública, negados a todo sentimiento de honor y de virtud, al fin, exemplos vergonzosos de la vituperable negligencia de sus padres”. Y la discordia continua y la mala relación que al parecer existía entre los habitantes de la ciudad, que según él eran las causantes de la decadencia en la que se sumía la población desde hacía décadas.

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La sanidad siempre fue una de las principales preocupaciones de las autoridades locales. En la imagen, la construcción del actual Centro de Salud.

Estas desavenencias vecinales habían terminado por hacer olvidar los hechos heroicos protagonizados por la población en épocas pasadas. Y también habían hecho languidecer las buenas acciones, especialmente las caritativas, que con tanto esfuerzo habían dejado en herencia los antepasados. Núñez de Gaona aseguraba que la grandeza pasada del comportamiento de los riosecanos tenía el mejor reflejo en la grandiosidad de sus templos y en la creación de un buen número de fundaciones caritativas. Instituciones piadosas venidas a menos, en su opinión, por haberse empeñados sus mayordomos en servirlas con “dispendios de puro luxo” y por la mala administración de sus rentas. Según aseguraba Ignacio Núñez, en 1786 en Medina de Rioseco existían aún 34 cofradías y varios hospitales y fundaciones de atención sanitaria, que enumera de la siguiente manera:

“La del Hospital de Caridad, para Pobres vergonzantes y dotar Huérfanas; la de la Piedad y San Roque, para leprosos y apestados; el de San Juan de Dios, para hombres y mugeres; el de la Convalecencia; el de la Santisima Trinidad, para Sacerdotes pasajeros; el de la Soledad, para mugeres; el de los Peregrinos y pasajeros y donde se les asiste por tres días; el de San Andrés para cierto número de pobres encamados; y según consta de las Constituciones del Cabildo tit. 1. de las Iglesias y sus sufragáneos, todos exercian y cumplían su instituto, por los años de 1646, con el zelo que hoy otro Hospital Volante, llamado de la Congregación, para los Sacerdotes Capitulares y extra Capitulares, extendido después igualmente á los Seculares enfermos, á quienes se asiste en sus propias casas con buena ración, Médico, Cirujano y Botica que tiene propios”.

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