El otro frontal de plata de Rioseco


Teresa Casquete Rodríguez. Historiadora del Arte

frontal2¿Qué riosecano no ha llevado a sus invitados a contemplar el bello frontal de plata de la iglesia de Santa Cruz? ¿Quién de nosotros no ha sentido orgullo de tener tan impresionante ejemplo de orfebrería en nuestra ciudad? Pero… ¿alguien sabía que en Rioseco hubo una vez dos frontales de plata?

Si visitamos la sacristía del templo de Santiago, encontraremos tras un pequeño armario cerrado con una reja, un viejo papel enmarcado. Se trata, nada menos, que del diseño que se dio para el diseño del frontal de plata, que tuvo en su día el altar mayor de esta iglesia. Los siglos han borrado la tinta casi por completo, a pesar de ello aún se adivinan las trazas del proyecto y diversas firmas.

¿Quién fue el donante de tal insigne obra? Pues, como no podía ser menos, otro filántropo riosecano, Manuel Andrés Argüello. De él apenas se sabe nada. Tan sólo que nació en Medina de Rioseco, que fue bautizado en la parroquia de Santiago y más tarde se convirtió en racionero de la catedral de Palencia. Este puesto lo consiguió gracias a la intervención de su hermano, Francisco Andrés Argüello, sacerdote, comisario del Santo Oficio y abogado de los Reales Consejos. Francisco también era riosecano y donó una buena cantidad de dinero para la “fabricación y ajuste de un órgano” para la iglesia de Santiago.

Tras el fallecimiento de Manuel Andrés Argüello, quedaron como herederos y albaceas dos paisanos suyos: Antonio y Zeledón Viniegra de Ondategui. El primero abad de Lebanza y canónigo de la catedral de Palencia. El segundo presbítero. Ambos fueron encargados de invertir parte de la herencia de Manuel Andrés, en la iglesia de Santiago, y para ello encargaron al platero salmantino José Joaquín Dávila, la realización de un frontal de plata para el altar principal de su parroquia.

La obra fue realizada entre 1750 y 1751. Debió de ser éste un período de esplendor económico en Rioseco, a tenor de las cuantiosas y repetidas donaciones que recibió esta iglesia.

El diseño de este frontal, como el de la iglesia de Santa Cruz, era rectangular. En el centro de la composición, un medallón representaba el momento de la aparición del Apóstol en la batalla de Clavijo, a lomos de un caballo. A ambos lados otros dos medallones oblongos con el emblema del Patrón de España: la cruz y las veneras. En la parte superior, la Virgen del Pilar en Zaragoza y los blasones rematados con yelmos de los linajes Andrés y Argüello. Todo ello acompañado por querubines, motivos de rocalla, ángeles tenantes, cornucopias, trofeos y demás ornamentación propia de un barroco ya muy tardío, con añadidos del rococó francés. En total, unos 31 kilos de plata cincelada, 18.000 euros actuales sólo en el valor del metal.

Por unos segundos intentemos imaginar la increíble imagen que debía ofrecer la iglesia de Santiago a finales del siglo XVIII, con ese horror vacui propio de los templos españoles de antaño. El brillo del oro de los altares, el de la plata del frontal y de los candelabros, el cristal de las lámparas. Los muros laterales abigarrados de cuadros, esculturas, confesionarios, retablos, exvotos, cortinados, lampadarios y todo tipo de adornos religiosos…

Por los documentos transcritos por García Chico, se sabe que este templo riosecano también tuvo una custodia de plata con andas para procesionarla y un gran ajuar litúrgico, compuesto de cálices, patenas, candelabros y cruces de altar, incensarios, así como una cruz de cristal de roca que salía en procesión y se guardaba expuesta en el oratorio de la sacristía…

Todo corrió la misma suerte. Durante las dos nefastas jornadas del 14 y el 15 de julio de 1808, las tropas francesas desvalijaron y robaron cuanto estuvo a su alcance. El frontal, de Santa Cruz, la custodia de Arfe, de Santa María y muchos más objetos, hoy expuestos en el Museo de San Francisco, se salvaron. Es muy posiblemente que los párrocos, avivados, enterraran o emparedaran estas piezas artísticas para evitar ser saqueadas. Así se hizo en el templo de Santa María, durante la Primera Guerra Carlista.

En los últimos años han sido numerosas las ocasiones en las que han aparecido pequeños tesoros escondidos durante la Guerra de la Independencia. Sería de gran fortuna que este frontal y el resto de los bienes de plata de la iglesia de Santiago, hubieran corrido la misma suerte y que en un trabajo de restauración fortuito, volvieran a ver a la luz.

Quiero agradecer la amabilidad de María José Amigo García, por mostrarme el diseño del frontal, guardado en la sacristía de Santiago, y permitirme realizar la fotografía.

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