Drones, una mujer diabólica y un olivo quijotesco

(Comentario de: Espías desde el cielo, La venganza de una mujer y El olivo)

Se clausuraba recientemente el 69º Festival de Cannes con la Palma de Oro para I, Daniel Blake de Ken Loach, un viejo conocido para los asistentes a la SEMINCI de Valladolid. Un maestro de ochenta años. Mientras llega su película a nuestros cines nos encontramos a finales de mayo con la cartelera llena de buenas películas. Antes de iniciar el comentario de tres filmes en pantalla, sirva de recomendación la lista de algunos de los que están en los cines en este momento:

Mayo de 1949 de Christian Carion, Ahora sí, antes no (en VOS) de Hong Sang-soo, Trumbo de Jay Roach, El hombre perfecto de Yann Gozlan, Reina Cristina de Mika Kaurismäki (que estuvo en Seminci). Hay dos documentales extraordinarios en pantalla: Las estaciones de J. Perrin y J. Cluzaud, y Mañana de Dion y Laurent. El cine español presenta películas interesantes y muy variadas —contra el tópico—: Julieta de Pedro Almodóvar, La punta del iceberg de David Cánovas, y las comedias La noche que mi padre mató a mi madre de Inés París, Kiki, el amor de hace de Paco León, y El rey tuerto de Marc Crehuet.

eyes2—Espías desde el cielo (Eye in the sky) de Gavin Hood, con guion de Guy Hibbert, nos cuenta un episodio de la guerra actual contra el terrorismo yihadista. Un grupo de militares y políticos desde distintos países y ámbitos de decisión y ejecución, sigue desde sus pantallas de ordenador una operación con el objetivo de capturar y, sobre la marcha, eliminar a una célula que prepara un atentado suicida con explosivos. Los militares y políticos implicados en la toma de decisión siguen la operación a través de las imágenes captadas por satélites y otros artilugios -por ejemplo, “pájaros” y “escarabajos” robóticos que antes eran propios de la fantasía de las películas de James Bond y que ahora son, al parecer, realidad-, sentados cómodamente en sus despachos o en barracones de cuarteles a miles de kilómetros del lugar de los hechos: en este caso una barriada miserable de algún lugar de África oriental tomado por los yihadistas de Al Shabab.

Apoyados por los imprescindibles agentes a pie de tierra -en este caso keniatas- la operación va a consumarse cuando… aparece una niña vendiendo panes en el radio de explosión del misil que va a ser lanzado -desde un dron- contra la casa donde se preparara el atentado. ¿Qué hacer?

eyes3Este es el dilema que se plantean un presidente y un secretario de Estado norteamericanos, un primer ministro y dos ministros británicos, y los distintos mandos militares de ambos países implicados en la operación. Una cadena de mando larga, en la que se incluyen asesores jurídicos y calculistas de probabilidades.

El director ha dirigido esta película como si fuera un film de suspense en el que la tensión viene de la minuciosidad con la que nos cuenta la operación y la toma de decisiones -vertiginosa- ante el vaivén de los sucesos, con el tiempo como elemento de presión: ¿conseguirán eliminar a los terroristas?, ¿escaparán?, ¿se salvará la niña?

La película funciona como un trasunto de Doce hombres sin piedad  llevado a otro terreno, y donde no hay un hombre bueno y otros no tan buenos, sino una mujer y un hombre sin escrúpulos y otros que parecen tenerlos: los personajes, encerrados en sus despachos o en sus barracones, discuten desapasionadamente -debe ser porque son anglosajones ejerciendo de anglosajones en la ficción- sobre la decisión a tomar, retorciendo, eso sí, los límites de las leyes o las ordenanzas que les permiten matar o no matar “legítimamente” a los terroristas, asumiendo los “daños colaterales” que se produzcan como consecuencia: la niña que vende pan y otros peatones ocasionales. Es una lucha titánica por tomar la decisión que se cree correcta pero, a ser posible -y esto se convierte en el elemento crucial de la película- exenta de responsabilidades legales o políticas para quien las toma.

eyes4Thriller que mantiene al espectador en tensión durante toda la película, con una discusión en marcha sobre los límites que las sociedades democráticas deben imponerse en esta “guerra al terror” teledirigida, y que provoca en el espectador una pugna entre la emoción y la razón. En eso el objetivo de la película está conseguido. Así como en plantear las cuestiones del momento: cómo la política del primer mundo consiste únicamente en cubrirse las espaldas ante las responsabilidades, o la posible o probable banalización de los males de la guerra para que esta sea digerible a la opinión pública, o la “sentimentalización” -que no empatía- que produce trabajar con la realidad “virtualizada” que se ve a través de unas pantallas.

Helen Mirren (La reina…) está impecable en su papel de coronel “halcón”, exprimiendo las leyes y los cálculos de probabilidades para conseguir su objetivo. Igual que el resto del reparto. Una película notable tanto para el entretenimiento como para el debate.

rita2—La venganza de una mujer (A vingança de uma mulher) -en VOS- de Rita Azevedo Gomes es una versión del relato homónimo que forma parte del libro Las diabólicas de Barbey d’Aurevilly (1874). Libro escandaloso en su momento debido a su estilo vehemente y esteticista, y a la crudeza y escabrosidad de los las seis historias narradas: el autor afirmaba que la literatura del momento no reflejaba ciertos aspectos de la realidad -en pleno realismo y naturalismo literario- como eran, por ejemplo, el crimen y o el incesto, a los que según Barbey se les había despojado de su “poesía”.

El relato se sitúa en una España romántica y cuenta la venganza de una mujer contra su esposo: una venganza no contra su vida sino contra su honor -que le importa más que la vida- y que va más allá de la muerte.

ritaLa directora portuguesa se acerca a La venganza de una mujer con una puesta en escena “teatral”, en el sentido de que nos recuerda que estamos ante una obra de arte, no ante la realidad. Por tanto, los hechos son introducidos por un actor que nos sitúa ante los personajes: la mujer vengadora hasta el delirio -extraordinaria Rita Durao- y el caballero diletante, intelectualmente inmoral que porta una máscara de conveniencia para sobrellevar una vida de hastío. En un escenario donde se amalgaman decorados, frescos que hacen de paisaje, sonidos de la naturaleza y música, la mujer cuenta su historia, a la vez que la directora, con delicados movimiento de cámara, nos va trasladando a los escenarios reales de los hechos, del crimen y de la venganza.

Película única por su concepción, bellísima, magistral en su puesta en escena y llena de la pasión malsana que destila el relato original. Verla es una experiencia sensorial, musical y emotiva.

olivo—El Olivo de Icíar Bollaín (Te doy mis ojos), con guion de Paul Laverty (En un mundo libre, mejor guion en Venecia 2007 y guionista habitual del antes citado Ken Loach) nos muestra, como en un cuento moral o una metáfora, nuestra historia de estos últimos años de crisis: un anciano enmudece y deja de comer como consecuencia de la venta de un olivo milenario que había pertenecido a su familia desde tiempos inmemoriales. Su venta para obtener un dinero fácil que se dedicará a un negocio especulativo y fracasado desata la melancolía en el viejo campesino y la discusión en su familia sobre la decisión tomada y sobre qué hacer para salvar al padre y abuelo y, a la vez,  rescatar el olivo: el probable origen de la enfermedad del anciano. Esta tarea es asumida por una nieta (Anna Castillo), un tío (Javier Gutiérrez) y un amigo (Pep Ambrós).

La crítica ha sido un tanto severa con esta película, o se ha ido por los cerros de Úbeda -por lo del olivo- en mi modesto entender. La directora y el guionista han querido hacer una película quijotesca y lo han conseguido. El personaje “enloquecido” de la nieta, que conjuga lucidez y cólera, sale a rescatar el olivo del abuelo con dos Sanchos que han caído casi sin querer en las redes de su pasión. Porque solo la pasión mueve montañas.

olivo2Y así hacen su salida, en esta película rodante (road movie in English), los tres amigos sacudidos o arruinados por la crisis, en un camión articulado, con destino a Alemania, el país que nos ha sometido a una cura -de caballo- de realidad y amo de la Unión Europea. En la sede de una multinacional energética se halla el olivo, como adorno en un vestíbulo y símbolo publicitario de su “compromiso ecológico”. En el viaje, como en El Quijote o en cualquier película rodante, los personajes van creciendo, transformándose, hasta que la convivencia y el intercambio de pareceres hacen quijotes a los sanchos y viceversa. En medio, hay episodios de humor propios de Loverty o de Cervantes, como la confiscación o secuestro de una estatua de la Libertad de escayola sita en una piscina de una mansión de lujo hortera. Y episodios serios en los que una red de solidaridad, sostenida en las redes sociales, los espera para apoyarlos.

Finalmente los quijotes llegan a Alemania y poco pueden hacer contra “el molino” de una gran corporación que no está dispuesta a devolver el olivo. Algo que suponíamos desde el principio. Solo queda regresar a casa. ¿Fracaso? No. Fracasar es renunciar a la propia dignidad. Y estos personajes, que hemos llamado quijotescos, no lo hacen. Apecharán con las consecuencias del “robo” del camión, con las deudas contraídas, pero habrán recuperado el respeto por sí mismos. Esta es “la lección”, como diría el clásico, de El Olivo.

Todo lo dicho está contado con agilidad, mucho humor y sentido de la realidad. Los defectos, que los tiene, son obvios y obviables. La actriz y los actores están en su sitio. Una deliciosa película, por tanto, para un país de cainitas. Don Quijote nos los reprochará justamente desde El Quijote.

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