Memorable diálogo entre la música, la luz, el arte y la memoria

Un recital de Diego Fernández Magdaleno clausuró el pasado domingo el 29º Festival Internacional de Música en los Templos.

Miguel García Marbán / Fotos: Fernando Fradejas

La luz mortecina de las últimas horas de la tarde de agosto teñía de un calido color naranja las paredes de la iglesia de Santa María cuando las primeras notas de Sentimientos, del compositor Claudio Prieto, acabaron de crear un mágico, singular y casi fantástico ambiente. Era el inicio del memorable recital de piano que el pasado domingo Diego Fernández Magdaleno ofreció como clausura del 29º Festival Internacional de Música en los Templos, con el estreno absoluto de la obra Pieza para piano, de su gran amigo Josep Soler

En este maravillo diálogo de la luz y la música vino a incorporarse el ate por medio del bello retablo de Esteban Jordan y de la cercana Capilla de los Benavente. Las notas de música contemporánea se hacían un hueco perfecto entre esculturas, retablos y bóvedas en una asombrosa simbiosis más allá de cualquier referencia temporal. Las mil tonalidades de la luz se encargaban del resto.

Y moderando este dialogo, la memoria y las emociones del intérprete, de Diego Fernández Magdaleno, los recuerdos “de un lugar de descubrimiento musical y artístico, de una manera especial de ver la escultura, la arquitectura, la pintura, de una pasión”, según recordó el pianista riosecano, pues “la iglesia de Santa María  ha aportado mucho a mi forma de ser, es un lugar fundamental en el que he pasado muchas horas leyendo, subiendo a la torre, recorriendo cada uno de sus rincones, tocando el armonio, tocando el órgano”. “Un lugar en el que he crecido, donde empecé a entrar muy pequeño y nunca he dejado de entrar, es una referencia que me une  a las personas de Rioseco, a mi familia, a mi propia experiencia personal, al descubrimiento de la belleza”. Y en todos esos recuerdos la presencia de su padre, Diego Fernández Piera, con la interpretación de la obra de Albert Sardà dedicada a su memoria.

Incluso el mismo lugar en el que estuvo colocado el piano tuvo sus propias connotaciones, pues “dentro de Rioseco existe la iglesia de Santa María, y dentro de la iglesia ese punto con una tensión emocional”, destacó Fernández Magdaleno, quien también señaló que durante el recital “me he acorado mucho de don Gabriel, una persona que siempre me dijo que sería músico, que creía más en mí que yo mismo”.

Además de Sentimientos, Fernández Magdaleno interpretó Cuatro piezas breves con Preludio IV, de Carlos Cruz de Castro; Para Alina, de Arvo Pärt; Boceto, de Raoul Pugno; y Aniversario W. Kapell, de Leonard Bernstein; Recuerdo. In memoriam Diego Fernández Piera, de Albert Sardà; Lachrimae Antiquae, de José María García Laborda; La fiesta, la folía… y después… el recuerdo, de Armand Grèbol;  Pieza para piano, de Josep Soler (estreno absoluto); Jubilus, de Benet Casablancas;  Ave Maris Stella, de Franz Liszt; Tiento de tantos tonos, de Teresa Catalán; Cuatro piezas breves con Preludio, de Jean François Dandrieu; Entrada del oratorio de Navidad, de Friedrich Nietzsche; Un motivo muy antiguo…quizá el primero, de Jehan Alain; y Nocturno, de Benjamin Britten; y Glosas sobre el Ave Maris Stella, de Jesús Legido, como parte de “un programa pensado para las reverberaciones de la iglesia”. Una vez más el pianista riosecano se convirtió en el mejor embajador de la música contemporánea, logrando, a la vez, esa perfecta unión entre lo presente y lo pasado en la que el tiempo deja de existir y donde fluyen la emoción y el sentimiento.

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