Una familia que llegó desde Trujillo: Los Pizarro (II)


Teresa Casquete Rodríguez. Historiadora del Arte

Son los propios riosecanos Alberto, Juan y Cristóbal Pizarro quiénes relatan el origen de su familia y quienes lo dieron a conocer al publicar el pleito de hidalguía que entablaron.

Según estos tres miembros de la familia, el origen de los suyos estaba en el linaje de los Pizarro de Alcollarín. Su abuelo (y padre del primer Pizarro de Rioseco) se llamaba Cristóbal Pizarro El Viejo y estaba casado con Ximena González de la Rúa. Éste era hijo, a su vez, de Sancho Pizarro, señor de la Casa de Alcollarín, y de Juana de Sandoval. Y este Sancho, fue hijo de Rodrigo Pizarro de Sosa, que tenía su casa en la Calle de García, en Trujillo. En palabras de los tres litigantes, su abuelo Cristóbal era primo hermano de otro Cristóbal Pizarro, señor de la Casa de Alcollarín, y éste estaba “entroncado con Diego Pizarro, señor de dicha Casa, e inmediato sucesor del Condado de Torrejón”.

Al parecer, el tal Alberto Pizarro, tuvo que salir huyendo de Trujillo en su juventud, por haber tenido “una pendencia con unos caballeros, a los 19 ó 20 años de edad”, recalando por breve tiempo en Valladolid, para pasar definitivamente a Medina de Rioseco, donde tuvo el oficio de mercader. Aún a pesar de este autoexilio, volvió en varias ocasiones a su villa natal, a visitar a sus padres, y después a liquidar la herencia que le correspondía y que posteriormente invertiría en Rioseco.

Alberto, Juan y Cristóbal, aseguraban que si en esos momentos ellos carecían de hidalguía reconocida, no era por otra razón que la de “no poder continuar su posesión, por no haber en dicha villa (Rioseco) distinción de estados, de hidalgos y pecheros”. Pero que en Trujillo los testigos aseguraban como los “cobradores pasaban por su calle sin pararse en casa de estos Pizarros a cobrar los pechos”. A esto añadían la posesión en la actualidad de unas tierras en Santa Eufemia del Arroyo, por las que tampoco pagaban “pechos” y el descender directamente de los “conquistadores y restauradores de la ciudad de Trujillo, librándola de la tiranía de los moros, que la tenían ocupada”, que también estuvieron presentes en la “restauración de España, con el Señor Rey don Pelayo, peleando valerosamente”.

Al pleito concurren los testigos de Medina de Rioseco y Trujillo, que responden a cuantas preguntas se les hacen sobre este linaje de los Pizarro trujirriosecanos, y comienzan las dudas, que provocan que el fiscal de la Chancillería de Valladolid, presente como impedimentos para conseguir tal reconocimiento social. El licenciado Juan Juárez, que ocupaba dicho cargo, dice encontrar múltiples contradicciones y concordancias en nombres y fechas.

Argumenta, que no existen documentos que prueben la hidalguía ni de su padre, ni de su abuelo. Que no encuentra conexión entre su bisabuelo Cristóbal y su supuesto primo, el señor de la Casa de Alcollarín y que sus antepasados no figuran en los “libros de caballeros” de Trujillo, realizados entre 1494 y 1602. Que no está nada clara la causa por la que su abuelo Alberto, salió de su ciudad natal, y que el oficio de mercader, que tuvo y tenían en Rioseco los Pizarro, era “notorio que no se correspondía a la nobleza, antes la detrae”.

Que por las tierras que poseían en Santa Eufemia, no pagaban “pechos”, no por ser hidalgos, sino porque habían sido anteriormente propiedad del Rey, puestas a la venta, y por esto “estaban exentas de ese pago”. Para rematar su exposición, el fiscal pone en duda el origen de estos Pizarro riosecanos, al explicar que en Trujillo había “tres linajes de Pizarros, unos muy buenos, otros buenos y otros descendientes de esclavos que tenían los señores de Alcollarín, que se bautizaron y tomaron el apellido de sus amos”. Y que “jugar a cañas en Rioseco (dato que también habían aportado estos tres hermanos como prueba de su hidalguía), era indicio de nobleza, ya que la juegan en dicha villa gente de toda suerte”.  Por último pone en duda la calidad de los testigos presentados por los Pizarro, a los que descalifica describiéndolos como “hombres pobres de poca fe y credito” y que uno de ellos “se tomava del vino”.

El reconocimiento del estatus de hidalgos llegó algo más tarde para esta familia, pero el litigio comenzado por estos tres hermanos a finales del siglo XVI, nos ha dejado una fuente documental extraordinaria para el estudio de la vida diaria de la sociedad de la Medina de Rioseco de aquellos años.

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