El Almendro, el árbol florecido que anuncia la primavera

Esta especie arbórea tiene un fruto muy apreciado en la elaboración de la repostería. Su aceite se utiliza para el mantenimiento de instrumentos como la dulzaina

Nombre y características botánicas: El Almendro (Prunus Agmydalus communis L.), del que  existen dos variedades una dulce y otra amarga. Es un árbol caducifolio de la familia de las rosáceas que puede alcanzar de 3 a 5 metros de altura. De tallo liso, agrietado, escamoso y grisáceo cuando es adulto. Hojas simples lanceoladas, largas, estrechas y puntiagudas, de 7,5 a 12,5 cm de longitud y de color verde intenso, con bordes dentados o festonados. La flor aparece en solitario o en grupos de 2 ó 4, de cinco pétalos con colores variables entre blanco y rosado. Los frutos están en drupa, (almendrucos), de forma elíptica, con carne seca, de color verde. La floración es precoz y espectacular, a menudo en pleno invierno aunque  suele decirse que es el árbol frutal que “anuncia” la llegada de la primavera. Tarda de 5 a 6 meses en madurar desde que cuaja.

Hábitat y Ecología: Es un árbol propio de terrenos secos y climas suaves, pues es muy sensible a las heladas tardías. Acaba asilvestrándose con la ayuda de los córvidos y otras especies de aves que dispersan las almendras, siempre en comarcas secas y de veranos cálidos. Se adapta a todo tipo de suelos y terrenos. Así podemos observarlos en la mayor parte de los terrenos agrícolas de Castilla y León, en comarcas tan variadas desde Miranda de Ebro y Lerma en Burgos, Toro y los Arribes del Duero en Zamora, Segovia, Salamanca y en Valladolid, en muchas zonas, incluida la comarca de Tierra de Campos, donde nos encontramos, con ejemplares solitarios o en pequeños grupos al lado de caminos, laderas y hondonadas.

Usos y Etnografía: El almendro tiene su origen en las regiones montañosas de Asia Central (Persia, Mesopotamia), donde se cultivaba desde épocas remotas (5000 a 4000 a.c), expandiéndose por todas las geografías a través de las rutas comerciales. En la Península Ibérica es probable que fuera introducido por los fenicios en algunos de sus viajes a través del Mediterráneo. En la actualidad España se ha convertido en el segundo país productor de almendras del mundo tras Estados Unidos. La gran mayoría de las variedades cultivadas hoy en día son autofértiles, el polen de una variedad puede polinizarse a sí  misma. Por ello,  ya no se hace necesaria la presencia de dos variedades distintas en las explotaciones para su cultivo.

El fruto del almendro es la almendra, que es utilizada en la repostería española como ingrediente en la elaboración de postres tradicionales: turrones, mazapanes, tartas (Tarta de Santiago), helados, aperitivos, horchata de almendra y mencionar las afamadas almendras garrapiñadas cuyo origen están en Villafrechós (Valladolid) y también en Briviesca  (Burgos). También   se extrae un aceite que es utilizado como emoliente, y en el mantenimiento de algunos instrumentos musicales como la dulzaina. La esencia de almendras amargas se usa en perfumería, por su aroma además para el tratamiento de la dermatitis, psoriasis, pieles secas, quemaduras superficiales y para el estreñimiento. El aceite de la variedad amarga es antiespasmódico en pequeñas dosis, pero siempre deberá ser dado bajo prescripción médica debido a la toxicidad de la almendra amarga. En ellas se encuentra una molécula llamada amigdalina y una enzima llamada emulsina, que  al comerlas se ponen en contacto.

El resultado es un compuesto que contiene ácido cianhídrico que en grandes dosis es mortal. De hecho un síntoma que los médicos forenses utilizan para detectar si una persona había sido envenenada era el olor a almendras amargas que desprendía un cadáver sospechoso. Pero, afortunadamente nadie se come almendras amargas. La madera es muy dura y tenaz y se emplea en tornería y como leña.  En algunas comarcas más húmedas de la región suele sufrir el ataque del muérdago. Y para terminar de la belleza de su floración pueden dar fe numerosos poemas, canciones y versos como los que escribió Miguel Hernández en su Elegía a Ramón Sijé: “…al Almendro de nata te requiero, compañero del alma, compañero…”.

Galería fotográfica de Fernando Fradejas

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